Thursday, November 16, 2017

La Lajita


Conjunto  La Lajita / Música de Arteaga, Michoacán

Herederos de la tradición musical de Arteaga, Michoacán, de sus versos y formas antiguas de ejectutar los sones, danzas y minuetes en el violín, jarana, tamboreo y baile, el conjunto La Lajita se ha convertido en máximo referente de las viejas formas, repertorios y demás singularidades que enmarcan a las fiestas con música de cuerda y baile de arpa de la region, donde son pocas las personas que conocen dicha tradición. 

La localidad de La Lajita se encuentra a 25 kilómetros de la cabecera municipal de Arteaga, Michoacán. Ha cobrado fama por enfrentamientos entre miembros de cárteles de droga y elementos del ejército mexicano. Es una de las localidades con mayor índice de pobreza y analfabetismo.  Es así como los integrantes de la Lajita, todos familiares, han encontrado en la música no sólo un escaparate ante tantas inclemencias, sino un alimento al espíritu colectivo, capaz de regenerar el tejido dañado.

Don Feliciano ha sido músico desde joven. Aprendió asistiendo a los bailes de arpa, pastorelas y funciones religiosas, tratando de imitar a los músicos a los que veía. Posteriormente se hizo de un violín, que le fue obsequiado, y de ahí en adelante ha seguido su camino en el ámbito musical. Antes, tuvo que pasar por el mismo proceso que compartieron otros músicos de la tradición de los conjuntos de arpa: primero debió aprender a cantar; después a zapatear y tamborear los sones. Dominado lo anterior, debió aprender la jarana y sólo tocándola bien pudo llegar al aprendizaje del violín, cuando los violineros por fin le revelaron sus secretos. Comenta que el arpa la supo afinar, pero no fue de su interés ejecutarla.

Por las condiciones de violencia e inseguridad en que se llevan a cabo los bailes de arpa, dejó de tocar el violín en el ámbito secular, dedicándose sólo a las funciones religiosas, pues también las pastorelas cayeron en desuso. 

Maximina Abarca ha sido bailadora de sones desde la infancia. Ha estado presente en fiestas  donde se encontraron músicos, bailadores y verseros afamados, entre ellos, ella. Aprovecha algunos ratos libres para zapatear mientras su esposo ensaya el violín, debajo del tamarindo, en el patio de su casa.

Ambos heredaron a sus hijos el gusto por la música. Feliciano enseñó a José Luis a afinar y tocar la vihuela y la jarana. Maximina enseñó a sus hijas a bailar, especialmente a Teresa, quien también toca la tambora, instrumento casi en desuso en la región, y que también ejecuta su hijo. Aseguran que su única intención ha sido continuar el legado que alguna vez recibieron, ya que saben que algún día han de partir y no desean que su música quede en el olvido. Es cuando las tres generaciones se juntan a tocar que la Sierra de Arteaga resurge al esplendor que un día le dio fama por sus excelentes músicos.

Actualmente la familia trabaja el campo. Caminan un par de horas para llegar a su parcela y ahí están un par de horas más, hasta que el inclemente sol le permite volver a su casa, ya con algunos litros de miel de bermeja, que venden entre la población de la cabecera municipal, con algunos frutos y hortalizas, que serán consumidos con la familia. Después de sus deberes, la familia asiste debajo de su gran árbol de tamarindo a seguir estudiando, “porque a la música siempre le hallas; nunca hay que dejar de estudiarla”.

En esta ocasión, el trío campesino de La Lajita se presentará junto a alumnos suyos de la Ciudad de México, quienes han retomado su labor en la fiesta citadina. Se trata de Balam Ramos en el arpa, Moisés Gallegos en la jarana, Josué Maceda en el tamboreo y Julián Alarcón en el zapateo.

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